Orden del Día / 194
TENER RAZÓN NO TE SALVA DEL CEMENTERIO
Un vago recuerdo de la niñez temprana. Estoy en una esquina. Miro fijo al semáforo esperando a que el muñequito cambie a blanco y finalmente, cuando eso sucede, me pongo en movimiento. Pero no puedo avanzar. El brazo de mi papá se interpone en diagonal a mi ímpetu y me detiene.
——¿Qué pasa? –digo sorprendida. Tenemos prioridad. El muñeco está blanco. Cruzamos por la senda peatonal.
——Es condición sine qua non pero no suficiente; hay que mirar –dice con esas palabras difíciles y yo sé que, una vez más, acudiré irremediablemente al diccionario.
——¡Pero tengo razón! –insisto.
——Tener razón no te salva del cementerio –me dice con la sabiduría espartana de quien se salvó por un pelo de la cámara de gas pero parte de su familia, no.
Me quedo con la vista perdida en el reverso del auto que desaparece a gran velocidad y que, con seguridad, me habría arrollado de no ser por ese brazo que sentí como un golpe en el pecho para despabilar mi inocencia en un país en el que los autos, frente al semáforo amarillo, aceleran.
Esa imagen de infancia, el estigma de lo correcto, perturba mi sueño hasta hoy. No basta ir por esa senda. Mayormente llega el que toma atajos a contramano. Tarde comprendí que mi papá no hablaba de accidentes viales (o no solamente). En vez de eso (o además de eso), hablaba de la vida.
Tener razón no te salva del cementerio.
APG©
Lindo relato y muy cierto!